Los responsables de la revista eVolo, cuyo premio de Arquitectura es
uno de los más prestigiosos del mundo, han otorgado el de la edición de 2010 a
tres estudiantes malayos de arquitectura cuya propuesta consiste en la
construcción de una cárcel suspendida en el aire, situada a una altitud mínima
de entre 80 y 120 metros sobre la propia ciudad. Este penal, a la vez que
mantiene a los reclusos aislados de la sociedad, pretende también, paradójicamente,
contribuir a su reinserción.
Penales marinos y subterráneos
Cárceles peculiares las ha habido siempre. Como la de la
isla de Sark, situada en el Canal de La Mancha. Construida en 1857, está
considerada la prisión más pequeña del mundo, ya que solo tiene espacio para
dos reclusos. En el extremo opuesto está la de San Pedro, en la ciudad
boliviana de La Paz, una de las prisiones más superpobladas del mundo. Hasta el
punto de que si quieres una celda, tienes que pagar por ella. Los reos sin
recursos duermen hacinados en los patios.
Pero la idea básica que comparten todas las prisiones (desde
las más humanizadas hasta las más atroces) es la de mantener a los reos
aislados del resto de los ciudadanos. Por eso, se han construido penales en
islas de las que se creía imposible escapar. Como el célebre Castillo de If, en
un islote de la Bahía de Marsella, del que se fugó el Conde de Montecristo. Y
Alcatraz.
También ha habido prisiones en barcos. Dickens relata en
Grandes esperanzas la fuga de varios reclusos de un navío-cárcel anclado frente
a la costa de Cornualles. Y cómo no, cárceles subterráneas, como la prisión de
Argel en la que estuvo cautivo Cervantes.
Pero ¿y el aire? Ese era un terreno virgen hasta ahora. Sus
escasos antecedentes se reducían a los zepelines que los alemanes utilizaron
para confinar prisioneros al final de la I Guerra Mundial, y los famosos
aviones-prisión (los Con Air) que emplean las Autoridades de EEUU para
transportar a los reos de un penal a otro.
Este nuevo proyecto es revolucionario. Por un lado, sus
autores afirman que cumple con el requisito de mantener a los delincuentes
aislados del resto de la sociedad. Pero por otro, facilita una progresiva
reinserción de los reclusos. ¿Cómo? La base sobre la que se construiría la
prisión sería una enorme estructura que actuase como mercado, en el que los presos
venderían los productos que cultivaran en las huertas de la cárcel. Así,
podrían volver a interactuar de forma progresiva con los ciudadanos libres.
Puedes ver todo el proyecto en la web de la revista de
arquitectura eVolo.