Crítica de cine: "Brazil" (1984) de Terry Gilliam
La película Brazil, dirigida por Terry Gilliam y estrenada en 1985, es una obra singular dentro del cine de ciencia ficción. Esta producción británica se caracteriza por su estética barroca, oscura y distorsionada, y propone una crítica feroz a los excesos del autoritarismo, la burocracia y el conformismo social. Con un guion coescrito por Gilliam, Tom Stoppard y Charles McKeown, y protagonizada por Jonathan Pryce, Brazil se ha convertido con el tiempo en un clásico de culto.
La película obtuvo dos nominaciones al Óscar (dirección artística y guion original) y ganó el premio Los Angeles Film Critics Award a la Mejor Película en 1985, a pesar de las tensiones con el estudio que casi impiden su estreno completo en Estados Unidos.
A mediados de los años 80, Occidente vivía el apogeo de una década marcada por el consumismo desenfrenado, la Guerra Fría, la expansión tecnológica y una creciente burocratización de la vida moderna. En este clima, Brazil surge como una crítica surrealista al control estatal, la deshumanización y la opresión del individuo bajo sistemas impersonales y totalitarios.
Gilliam, conocido por ser parte del grupo cómico Monty Python y por haber dirigido Time Bandits (1981), concibió Brazil como la segunda entrega de su "Trilogía de la Imaginación", que explora la lucha del individuo contra sistemas opresivos en diferentes etapas de la vida. En esta, la madurez: el momento en que los sueños comienzan a ceder ante las reglas de un mundo hostil.
- ¿Por qué Brazil? El título hace referencia a la canción “Aquarela do Brasil”, de Ary Barroso, que aparece en varias escenas del filme. Su letra, que evoca un lugar alegre y onírico, contrasta profundamente con la sociedad distópica que se muestra en pantalla.
Destaca la interpretación de Jonathan Pryce, encarnando a un héroe trágico cuya fragilidad y nerviosismo recuerdan a Woody Allen, mezclando humor neurótico y existencialismo. Su personaje, Sam Lowry, es un burócrata anodino que sueña con escapar de una vida gris. Pryce logra transmitir el hastío de alguien que no encaja, atrapado entre sus fantasías escapistas y una realidad implacable.
Para el actor, Brazil fue un punto de inflexión en su carrera. Hasta entonces reconocido sobre todo en el teatro, este papel le dio proyección internacional. Curiosa es la breve participación de Robert De Niro, quien insistió en hacerse con ese papel en concreto. Además de aportar peso actoral, introduce un matiz de humor absurdo dentro del tono sombrío de la cinta. Su personaje desaparece de forma tan extraña como aparece, en una de las metáforas visuales más potentes del film.
Brazil es una experiencia visual y emocionalmente agotadora. Su diseño de producción opresivo, sus imágenes abigarradas y su constante mezcla de lo absurdo con lo terrorífico contribuyen a una sensación de ansiedad permanente. El ritmo narrativo alterna entre la lentitud burocrática y estallidos de acción o delirio, creando una estructura fragmentaria que ha sido motivo tanto de elogio como de crítica.
Es una obra que desafía convenciones, abrumadora para algunos, reveladora para otros, pero siempre profundamente autoral. Gilliam, en contra de toda lógica comercial, construyó un universo distópico que aún hoy resulta inquietantemente cercano. En palabras del propio director:
“Brazil no trata del futuro. Es sobre ahora mismo. Solo que en una forma más extrema.”
Conclusión: Estamos ante una película para ver con calma y amplitud de miras. Consolidada como un clásico de culto, su influencia visual y temática es innegable (Dark City, Matrix...)
(+): Su estilo: mezcla de retrofuturismo, expresionismo alemán y elementos del film noir.
(–): Peca de irregularidad y de una densidad narrativa que puede resultar saturante por momentos.