Cuando los monos hablaron inglés

@loff_it | En castellano debíamos decir “destripar”, pero todo el mundo lo llama “spoilers”, a la americana, que no a la inglesa, porque todos sabemos que, al igual que se decía aquello de que el fútbol es un deporte que inventaron los ingleses, que lo saben jugar los brasileños y en el que siempre ganan los alemanes, el cine es un arte que inventaron los franceses, saben hacerlo los suecos y en el que siempre ganan dinero e inventan palabras los americanos.

Cosas de las nacionalidades. El caso es que se agradece sobremanera que no te destripen las películas, pero en algunas es que es esencial. Hay películas que no hay otra manera de verlas que de primeras, aunque luego te sientes delante de ellas muchas más veces, porque la sorpresa de la primera vez se va repartiendo, como las réplicas de los terremotos y la pedrea del Gordo, que no es lo mismo pero hace ilusión.

Una de esas películas es El planeta de los simios, que para eso tiene uno de los finales más recordados de la historia del cine, cuando Charlton Heston descubre -atentos, que lo vamos a destripar, por si no la has visto- que el planeta donde aterrizó su nave, dominado por simios como la raza dominante y donde los humanos no son más que una especie animal obligada a la esclavitud, no es si no la Tierra misma, a no ser que haya estatuas de la libertad en Marte, que a saber.

 Vista desde este tiempo de ordenadores y efectos especiales “como la vida misma”, la película no ha envejecido demasiado bien. Cierto es que gana mucho bien explicada, en cuanto a lo que quería decir en la época en la que se estrenó, en pleno año 68, con su crítica velada a la sociedad norteamericana, y también haciendo referencia a lo que supuso en cuanto a ruptura con la ciencia ficción de serie B que empezaba a ser Z, con esos monstruos que ya no sabían de donde sacar, cada vez más absurdos y ridículos.

No hay que olvidar tampoco el prodigioso trabajo de maquillaje, incluso visto desde ahora, casi 5 décadas después. Teniendo en cuenta que se rodó en pleno desierto de Arizona, con temperaturas que harían de Sevilla en agosto una ciudad de invierno, y que los actores se debían someter a sesiones de maquillaje que podían durar 5 horas, empezando de madrugada, la cosa tiene su mérito.

Por tener, tiene hasta una más que aceptable interpretación de Charlton Heston, en su versión macho alfa total en medio de un apocalipsis, que también lucía en aquella que vivía sólo entre zombies. Le iba la soledad, como a José Luis Perales, aunque por causas distintas. Si estás solo en un planeta donde no hay policía, puedes disparar a quien quieras sin que te hagan preguntas.

Teniendo en cuenta el carácter de Heston, eso se agradece. Porque llegó tarde a Walking Dead, que si no arreglaba la serie en media temporada. El caso es que, sobre todo para los que tuvimos en su día el DNI azulito, sin chip ni ná, El planeta de los simios es una excelente película de aventuras, entretenida e incluso con algo de mensaje.

Y el final, ese final que siempre recordamos, esa crítica a los belicistas, a la guerra fría, ese darse cuenta junto con Heston de que el planeta de los monos que hablaban era en realidad el planeta de los humanos que habían dejado de hablar a fuerza de guerras, siempre se nos quedará grabado, porque si no nos lo habían contado, nadie se lo esperaba. Y

 es que lo que nos resultaba extraño, como a Heston, era que los monos hablasen, no es que lo hicieran, en un planeta perdido de la mano de Dios, en perfecto inglés, o eso suponíamos, puesto que la vimos doblada. A lo mejor era una pista de donde había caído el chaval, y tal, y eso…